Salí a comprar comida para los
peludos de la casa, y de regreso veo de lejos como de la venta de una señora ya
grande de edad, se cae una naranja, la naranja rueda por el asfalto, hacia el
otro extremo donde iban pasando 3 personas, dos jóvenes de no más de 16 años
aproximadamente y un señor como de unos 45 a 50 años, me pareció que era el
papá, uno de los adolescentes recogió la naranja y en lugar de cruzar a
devolverla, pues se dio cuenta de donde venia, se sonrió y la guardo, aprovechando
de que la señora no se fijo, el señor que acompañaba a los jóvenes se dio
cuenta pero solo soltó la risita encubridora.
Nadie se va volver más rico o más
pobre por una naranja, pero esa cultura del robo y el pillaje es la que nos
tiene en parte sumidos en pobreza, corrupción y violencia, en un país donde hay
tanta disconformidad e injusticia.
Hacer la diferencia puede que para
algunos sea difícil, pero que gran daño les hacemos a nuestros hijos al no
enseñarles a ser honrados aun en las cosas más simples y pequeñas que puedan
presentarse en la vida.
Si nos dan vuelto de mas en algún
comercio y no lo devolvemos, si vemos que a una persona se le cae un objeto de
valor como su billetera o su celular y no corremos a entregárselo, si por error
no nos cobran en algún transporte público o servicio y creemos que eso es tener
suerte, al no pagar impuestos, a traernos cosas de la oficina o empresa donde
laboramos, no pagar prestaciones a los empleados, ni sueldo justo pudiendo
hacerlo, todo eso es robo, y aunque queramos ignorarlo o negarlo nos hace tan
culpables como el que asalta o roba en las calles, la diferencia quizás es que
la consecuencia es menor o porque no nos descubren salimos campantes, pero al
final solo hacemos girar esa rueda que se llama falta valores y principios y
contribuimos a repetir el ciclo de maldad en cada generación.
Seamos buenos ciudadanos y
corrijámonos a nosotros mismos para ser ejemplo a nuestros hijos.
Erwin
Cordón